Una reflexión para el final del día

Hay días en que se nos juntan todos los problemas y pareciera que dentro de nuestra realidad no queda ni un espacio vacío para nuestros sueños. 

¿No les ha pasado por lo menos una vez que sienten que la urgencia de las cosas cotidianas, los escollos con que se tropiezan, convierten la realidad en algo tan fuerte, tan duro, que uno debe de guardar sus ilusiones para después? 

¿No han sentido a veces que las cosas que suceden son más grandes de lo que pueden soportar? ¿En apariencia? 

Hay días así en donde uno se siente abrumado y la más pequeña cosa puede convertirse en una amenaza o en un estímulo como para continuar. Todos tenemos nuestros días buenos y nuestros días malos. Todos tenemos problemas que a veces no sabemos cómo resolver. 

Y todos de cuando en cuando necesitamos una palabra de aliento como para continuar, un poco de calor y afecto que nos ayude a impulsarnos hacia donde tenemos que ir siempre: hacia adelante, en pos de nuestras metas. 

La importancia del afecto

Una caricia, una palmada en la espalda, unas palabras, nos bastan a veces para saltar del posible pesimismo al optimismo más grande. Sobre todo, si esos estímulos provienen de aquellos a quienes amamos. 

No es que uno deba depender de los demás para estar bien, porque uno debe ser su propio sostén y su propio estímulo, pero como no vivimos solos, sino que vivimos con los otros y nuestra evolución y la evolución de los demás depende en gran medida de aquellos logros que lleguemos a tener con los demás, en el sentido de que es por los demás, por la interacción con los demás que podemos desarrollar el amor, la solidaridad, conquistarnos a nosotros mismos, crecer. 

El lado oscuro de la vida

Pero hay personas que andan por ahí buscando solamente lo que separa y no lo que une a los demás. Esas personas son las que hacen que el mundo sea cada vez más frío y las noches más oscuras. 

Hay personas que convierten las creencias más hermosas, los sentimientos más nobles, en cosas muertas y rígidas. Que esconden sus más grandes dudas debajo del más feroz fanatismo, y son las primeras en traicionar todo aquello en lo que creen precisamente por defenderlo atacando a los demás, que no tienen su mismo pensamiento. Son personas que si pudieran irían a la guerra por defender una religión, una posición política, una moral rígida. Son personas que buscan maldad donde no hay, que juzgan sin saber las verdaderas motivaciones de los otros, que no piensan que tan válida es su propia visión del mundo, su opinión, como la visión del mundo de los demás, sus opiniones. 

Esas personas prefieren defender conceptos abstractos que a veces ni entienden, en lugar de tender puentes hacia los demás. 

Hay tantas personas como estas, que de pronto convierten el mundo en un lugar triste y mustio, que penetran en nuestra vida y contaminan nuestros espacios hasta en los mejores días, haciéndolos peligrar con sus críticas, sus juicios, sus moralidades dudosas. Y quieren acabar con nuestros sueños sólo porque no encajan dentro de los sueños de ellos. 

Y es así como cada vez, en lugar de puentes vamos a encontrar muros y los ladrillos con que se fabrican esos muros son los miedos, las angustias, las soledades disfrazadas de dureza de estas personas que no quieren admitir que necesitan ayuda. 

La importancia de contar con nosotros mismos

Por eso es muy importante tratar de llegar al autoconocimiento más profundo y trascender esa máscara que es nuestra persona y buscar con cuidado todo lo que hay dentro y desmenuzarlo y encarar hasta lo más terrible que encontremos, que nos de miedo reconocer que es parte de nosotros, porque al encararlo, al tratar de comprenderlo en su más profunda raíz, es como esas cosas negativas desaparecen. 

Da miedo encontrarse desnudo ante una mismo, como en un espejo, viéndonos en nuestra totalidad. Da miedo y dolor. Asusta pensar que todo en potencia está dentro de nosotros, todos los males, todos los vacíos, las angustias. Todas las posibilidades. Así como también todo lo hermoso, todo lo bueno, está dentro de nosotros. Y del equilibrio que busquemos, del valor que tengamos para encararnos y transformar lo negativo en positivo, de todo eso depende cómo será lo que brindemos afuera, a los demás, al mundo. 

Si dentro de nosotros hay paz, aceptación de uno mismo, tolerancia y amor hacia uno mismo, comprensión de que somos el proyecto de llegar a ser y que por lo tanto en el camino de lograrlo vamos a cometer errores y a enmendarlos, vamos a caernos y a levantarnos, entonces vamos a ser más tolerantes y comprensivos y amorosos con los demás. Y bueno, a veces, en esa tarea por conocernos encontramos cosas que no sabemos cómo solucionar. Ahí es donde entra la posibilidad de que necesitemos ayuda, para resolver conflictos, para encarar los miedos, para definir un objetivo de vida claro, todas esas cosas que enturbian lo que verdaderamente somos, que no nos dejan continuar con nuestro desarrollo, que no nos dejan amar a los demás. 

Y necesitar ayuda no es algo vergonzoso. Reconocer que uno, en determinado momento, requiere de un apoyo externo, es recorrer la mitad del camino. El resto ya dependerá de nuestra voluntad para cambiar todo lo que sea necesario. 

Tender puentes…

Todo eso vale la pena para poder llegar a ser felices, para tender el primer puente hacia uno mismo, para después tender puentes hacia los demás, para crecer en nuestra totalidad. 

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